Época: Mesopotamia
Inicio: Año 900 A. C.
Fin: Año 600 D.C.

Antecedente:
Mesopotamia y Oriente Medio: evolución histórica

(C) Alvaro Cruz García



Comentario

La presencia de los arameos supuso un freno a las ambiciones expansivas asirias hacia el año 1000 a.C. Sin embargo, la situación cambiaría con Assur-Dan II (935-912 a.C.), el primer monarca que puso en cuestión el dominio arameo y abrió el camino para las posteriores conquistas de Adad-Nirari II y Tukultininurta II. Estos reyes lograron reconquistar las ciudades asirias tomadas por los arameos y establecer un control directo sobre la Mesopotamia septentrional. Lo que no pudieron, o quisieron, evitar fue la penetración de la cultura aramea en el seno de la asiria, principalmente de la escritura y la lengua.
La hegemonía definitiva de Asiria en el Oriente Próximo la consiguen Assurnasirpal II y Salmanasar III, extendiendo el Imperio desde Cilicia hasta los Montes Zagros y desde el lago de Urmia hasta Siria. Para frenar tal poder fue necesaria una coalición de varios pueblos -arameos, egipcios, fenicios, israelíes y árabes-, quienes, en el año 853 a.C., detuvieron de momento el avance asirio por Siria. Las ansias expansivas de Salmanasar le llevaron también hasta la misma Babilonia, aunque sin un deseo de dominio, por el momento. Otra decisión importante del periodo es la de trasladar la capital desde Assur hasta Kalhu, ciudad en la que fue levantado un gigantesco complejo palaciego para cuyos diez días de inauguración asistieron 70.000 invitados. Assur, no obstante, aunque perdió la capitalidad política, mantuvo la religiosa, siendo en parte el lugar donde eran enterrados los reyes.

Durante los últimos años de Salmanasar III comienza una lenta decadencia, que tuvo su consecuencia en una importante revuelta interna. Esta situación continuó con sus sucesores, quienes hubieron de hacer frente a la tendencia centrípeta de los territorios conquistados, actuando los gobernadores de manera casi independiente con respecto al gobierno central. Otro grave problema fue la presencia de un nuevo Estado en la región del lago Van, entre Asiria y el Cáucaso, formado en el siglo IX a.C. Este Estado, Urartu, estuvo integrado por varios pueblos de montaña que utilizaban una lengua emparentada con el hurrita de Mitanni. Su alianza con los Estados del norte de Siria supondrá un peligro permanente para los asirios, hasta que en el siglo VII Urartu desaparezca.

Con Tiglatpileser III los asirios logran sacudirse de encima momentáneamente la presión de los urarteos, sobre los que logran una importante victoria. Tras esto el interés asirio se dirigió a Fenicia y Palestina, donde sometió a los reinos de Israel y Judea. Otro de sus logros fue el de someter a Babilonia, compuesta por pequeños estados arameos diseminados, de tal forma que Tiglatpileser III fue denominado rey de Asiria y de Babilonia, lo que, más allá de indicar el poder de este monarca, muestra la importante significación simbólica que Babilonia conservaba.

La toma de la región de Babilonia por parte de los reyes asirios es una conquista mutua: los monarcas se preocupan por los cultos babilónicos y reconocen al dios Marduk. Esta política les ganó, no obstante, el apoyo de la población local, pese a lo cual aun se mantuvieron activos reductos de oposición por parte de arameos y caldeos. Esta resistencia puso en apuros a algunos sucesores de Tiglatpileser III, quienes intentaron apaciguarla cediendo el gobierno sobre Babilonia a personas interpuestas. Sin embargo, tampoco esta política dio resultados, siendo Babilonia un foco de constante preocupación para los reyes asirios.

Uno de los sucesores de Tiglatpileser III fue Sargón II, quien usurpó el trono y fundó una nueva dinastía. Su propio nombre, adoptado al acceder al trono, indicaba el deseo de entroncar simbólicamente con el legendario Imperio de Sargón de Akkad.

Con Sargón, Asiria vive sus momentos de mayor expansión: son aplastadas las revueltas internas y se conquistan nuevos territorios. Los asirios consiguen combatir a los urarteos, tomarán brevemente Chipre y derrotarán la oposición de caldeos y elamitas en Babilonia, donde Sargón se hará coronar rey. Otra de sus decisiones es trasladar la capital a Dur-Sharrukin, "fortaleza de Sargón", en un intento de plasmar su poder. Sin embargo, la capital será abandonada por su hijo y sucesor Senaquerib, quien fundará una nueva capital en Nínive.

Senaquerib no tuvo una actuación política destacada. Aunque al comienzo de su reinado aplastó las revueltas de Siria y Palestina, no pudo tomar Jerusalén. Tampoco fue afortunada su decisión de arrasar Babilonia en el año 689 a.C. y asesinar a sus habitantes. El traslado o deportación a Asiria de la estatua del dios Marduk provocó el descontento de babilonios y asirios -entre los que contaba con grandes devotos-. Por si fuera poco, la designación como sucesor de su hijo menor Asarhadón acabó por provocar la rebelión de parte de la nobleza, que acabó con la vida de Senaquerib.

A pesar de la muerte de su padre, Asarhadón consiguió vencer a sus hermanos y tomar el trono asirio. Su política fue conciliadora: ordenó reconstruir Babilonia y el templo de Marduk. Por otro lado, los asirios ocuparon de nuevo Chipre y Siria, e incluso, en el año 671 a.C., lograron ocupar el bajo Egipto, lo que acabó de marcar el apogeo del Imperio asirio.

Sin embargo, en los años finales de su reinado Asarhadón tuvo que enfrentarse a graves problemas, como la presencia de escitas, cimerios y medos, que amenazaban las fronteras asirias. Otra gran preocupación fue la designación de uno de sus hijos, Assurbanipal, como sucesor. Nuevamente esta decisión dio lugar a enfrentamientos, hasta el punto que a la muerte de Asarhadón se produjo una guerra civil entre pretendientes, de la que salió victorioso Assurbanipal. Como compensación, a uno de sus rivales, Shamash-shum-ukin, le fue entregado el trono de Babilonia.

Uno de los primeros problemas de Assurbanipal vino de Occidente, concretamente de Egipto. La resistencia egipcia al poder asirio se saldó, sin embargo, con la ocupación de Tebas, hasta que, en el año 665 a.C., los egipcios lograron expulsar a los asirios, aprovechando la revuelta que por aquellas fechas estaba teniendo lugar en Babilonia. En este territorio, caldeos y arameos, con el apoyo de árabes y elamitas, habían iniciado un levantamiento, empeorado con la sublevación de Shamash-shum-ukin ante su hermano Assurbanipal. El ejército de éste logró aplastar al enemigo y saldó con ganancias la victoria, pues el Elam se convirtió en estado vasallo de Asiria. Por estas mismas fechas, los persas, un pueblo indoiranio del este del Irán, reconocía su vasallaje ante los asirios, pues su rey Ciro I les tributaba y mandaba a su hijo a Nínive, para vivir en la corte.

La muerte de Assurbanipal marca el comienzo de la decadencia asiria, que se va a producir con una extraordinaria rapidez. En tan sólo 18 años, el gran imperio asirio desparece ante la presión enemiga y una grave crisis económica, probablemente provocada por el ingente gasto que la impresionante maquinaria militar requería.

La primera respuesta al poder asirio proviene de Babilonia. En el año 626 a.C. Nabopolasar, caldeo, toma el trono de Babilonia, sin que desde Asiria se pueda hacer nada por impedirlo. Además, cada vez es más fuerte la presión de los medos, que ahora están unidos bajo un solo gobierno. De esta forma, Ciaxares, rey de los medos, conquista Assur, lo que será el preludio de la definitiva derrota asiria a manos de una coalición de medos y babilonios. Nínive, arrasada en el año 612 a.C., de ahora en adelante sólo será un nombre estigmatizado por la maldición, un camino que seguirán muchas otras capitales asirias. Nada, o casi nada, se sabe de su gobernante, Assur-uballit II.